Juan José Huerta
Viernes 26 de Septiembre de 2008
El jefe de gobierno, Marcelo Ebrard presentó el día 17 su segundo informe ante la Asamblea Legislativa con triunfalismo, como si se hubieran cumplido las metas establecidas. Ebrard mismo ha señalado que la ciudad de México “es, y a mucha honra, la ciudad de avanzada del país”. ¡Qué más quisiéramos los habitantes de esta capital, pero no lo es en política pública! Desdichadamente, hace años que esta amada ciudad de México perdió ese liderazgo, esa capacidad de señalar rumbos, y quizá lo más relevante que marca ahora, es cómo no hacer política urbana, los errores de gestión pública que no hay que cometer. En cuanto a cumplir metas, estamos distantes del Programa General de Desarrollo del Gobierno del Distrito Federal 2007-2012 o del Plan Verde Ciudad de México.Y no digo que esta ciudad sea fácil de gobernar. A pesar del surgimiento relativamente reciente de la conciencia ciudadana, que se va concretando en múltiples asociaciones vecinales o comunales de defensa urbana, los capitalinos todavía no nos distinguimos, en general, por nuestro civismo y respeto a la ley, lo que hace muy difícil la convivencia y la administración de los asuntos públicos. Tampoco digo que la ciudad no tenga fortalezas; sí, y una de las principales es que existe una base física, de operación, de organización y administrativa que hace que los servicios urbanos funcionen, a pesar de múltiples carencias, problemas y deficiencias. También, la ciudad de México dispone de un importante cúmulo de experiencias, tradiciones y actitudes de vida. Sus habitantes consideran la libertad, la tolerancia y el pluralismo como principios esenciales, y tratan de resolver los problemas que se presentan de la mejor manera posible, con base en esos principios.Apreciemos esto, pero no dejemos de señalar la amplia brecha que todavía existe entre lo planeado/prometido y lo realizado por la administración pública del DF, lejos del triunfalismo mostrado por corifeos de la ALDF.Y, peor aún, con la orientación de política urbana que se aplica. Está claro para muchos ciudadanos que el gobierno del DF está basando su política en un concepto “desarrollista” de grandes y costosos proyectos salidos del magín de alguno, sin el acuerdo de los supuestos beneficiarios, que aspiran a una administración detallada para resolver los numerosos problemas concretos que enfrentamos los capitalinos. Grandes obras financiadas privadamente, con amortizaciones de inversiones, y ganancias respectivas, mediante pagos futuros del GDF, ya sea provenientes de los proyectos o de impuestos. Así se pretenden realizar los Centros Integrales de Reciclado y Energía, el Túnel de Santa Fe, la Supervía Poniente, el segundo piso del Periférico Norte, las “Ciudades del Conocimiento”, etc. Este no es un esquema nuevo ni necesariamente descartable (es el mismo caso de los Pidiregas a escala federal), pero hay que tener mucho cuidado en no utilizarlo en exceso, pues se pueden comprometer las finanzas de la ciudad por muchos años. Sobre todo, apegados a las necesidades reales de los habitantes de la ciudad, en una proyección de desarrollo urbano sustentable de largo plazo.Veamos a ojo de pájaro la brecha negativa de realizaciones públicas. A pesar de que en su segundo informe Ebrard señaló que “la política para recuperar y engrandecer el espacio público es una de mis prioridades”, la invasión de áreas públicas continúa. El Programa de Ordenamiento Ecológico no se ha renovado desde el año 2000. El tiradero del Bordo Poniente llega a su fin de vida útil sin alternativas. La Ley de Residuos Sólidos sigue sin ser aplicada y, en lugar de buscar la solución más ecológicamente avanzada, con base en esa ley, el traslado descentralizado de desechos ya separados “en la fuente” (las propias casas o en lugares especializados cercanos) a las diferentes industrias para su aprovechamiento, el GDF pretende el gigantismo, la invasión de espacios públicos, áreas verdes o de conservación, y duplicar el trabajo que ya realizan empresas establecidas, para construir cuatro elefantiásicos Cires, en Tláhuac, en Tlalpan y en otras dos zonas, cada uno con costo de ocho mil millones de pesos, más de lo presupuestado para los publicitados programas sociales.Hubo un buen intento de retirar a los ambulantes del Centro Histórico, pero la pésima gestión para llevarlo a cabo está dando al traste con el mismo; las plazas para alojarlos son un fracaso; proliferan los “toreros” y los ambulantes migraron a otras zonas donde ya no quieren salir, el “efecto cucaracha”. Total, que el programa en vez de profundizarse parece ir para atrás. Con cualquier pretexto se siguen invadiendo los parques y jardines y los camellones, ahora nuevamente con los desprestigiados “módulos de seguridad”.¿Usted nota la reordenación del transporte público, del flujo vehicular, la sustitución de unidades chatarra? Un proyecto útil, el Metro de Tláhuac, vulnera derechos y afecta áreas agrícolas. Se prohíbe la entrada al DF de autos foráneos sin verificación local, pero sigue proliferando la circulación de vehículos altamente contaminantes que sólo dios sabe cómo obtuvieron esa verificación ambiental. En noviembre pasado, Ebrard anunció que su administración introduciría “por primera vez, un tipo de cinta asfáltica con las mismas especificaciones que la mejor de Europa… su duración debe rebasar los cinco años… incluso tenemos un convenio con el gobierno francés”. Bueno, ya no quisiéramos un pavimento francés, sino sólo un buen control de calidad para que en las repavimentaciones realizadas (por cierto, en avenidas donde el pavimento estaba más o menos bien y no en los miles de kilómetros de calles que parecen trincheras), el nuevo piso no quede ondulado, poroso, con coladeras a grandes desniveles.La ciudad sigue cada vez más pintarrajeada, con letreros por todas partes, espectaculares y “envolventes” de edificios, incluso de dependencias públicas, horribles graffiti y anuncios en cualquier pared y medio de transporte, desde vehículos particulares hasta en el Metrobús, incluidas sus estaciones. Caravanas de vehículos publicitarios que, en una ciudad con tantos problemas de tráfico y de contaminación atmosférica, deberían ser retiradas inmediatamente de circulación.Este mes, el GDF organizó la “Semana de la Ciencia y la Innovación” y la directora del Instituto de Ciencia y Tecnología, Esther Orozco, declaró que “El GDF se orienta a la innovación en el desarrollo social y empresarial, con el fin de formar grandes investigadores con un nivel de excelencia”. Bien, pero ¿no sería mucho mejor que el GDF se propusiera seriamente aplicar los mayores avances tecnológicos en la gestión urbana donde tanta falta están haciendo? Cómo ahorrar agua y energía; cómo disponer mejor de la basura; reducir la contaminación; optimizar el transporte de personas y carga; reducir la burocracia y la tramitología, etc. ¿No deberían estar los planes de estudio de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México dedicados a la ciencia y la tecnología sobre esos temas? Desaparece la perspectiva de nuestra ciudad. Recientemente se publicitó el proyecto ganador de la Plaza Bicentenario, la antigua Tlaxcoaque. Bueno, decir Plaza es exagerado, pues ganó más bien el Callejón del Bicentenario: dos grandes tapias de 240 metros de largo y unos 10 de alto, con la iglesia de Tlaxcoaque en medio, unidas en su extremo sur por otra barda de 40 metros de largo. En las tapias se sembrarán enredaderas de diferentes especies, “que formarán dibujos abstractos cuando floreen”. Afuera del callejón habrá “un bosque”. Queda nulificado así otro espacio abierto por obra gubernamental, como se ha perpetrado en Tacubaya, Tacuba, Xochimilco o en tantos lugares.En seguridad no andamos muy bien que digamos, y no hay necesidad de repetir los juicios recientes de la ciudadanía al respecto. Solamente destacar como el juez Marcelo Ebrard, para presumir oportunistamente la eficacia de su policía, condenó en los medios a presuntos delincuentes de la banda de La Flor, en anticipación al proceso judicial y quizá hasta dando a conocer evidencias confidenciales de la averiguación previa.Las marchas son privilegiadas en la ciudad. Qué bueno que se garanticen los derechos a la libertad de expresión, manifestación, petición, pero, ¿no debería un gobierno responsable al mismo tiempo garantizar a otros ciudadanos sus derechos de tránsito sin interferencia, a no perder su valioso tiempo, a que no se obstaculicen actividades comerciales o de servicios legalmente establecidas?Corrupción y malos manejos permean, pero proliferan ideas sui géneris: “vochos” piratas a París, el “Ángel” a Beijing, las clases de náhuatl a funcionarios (¿cómo va su aprovechamiento?); la plantación del “Hijo del Árbol de la Noche Triste”, que, no faltaba más, se llamará “Árbol de la Noche Alegre”, según la Comisión del Bicentenario.
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